El universo en estado Alfa – Jacob Klintowitz 

El universo en estado Alfa

JACOB KLINTOWITZ

Por un momento nos encontramos incapaces de distinguir entre el material del que está hecha la mujer y el material que compone las esferas que se ven en el paisaje. Mundos sobrepuestos en el mítico escenario, carentes de ciertos signos convencionales.
Aquí y allá, cuando los ojos alcanzan el escenario, los senos y el rostro revelan a una mujer. Pero ¿qué clase de mujer es esta, formada de materia estelar?
La pintura de Bruno Sfeir se caracteriza por su alta precisión. Los signos determinantes iluminan las imágenes con claridad; el cromatismo es un esquema delicado, que une los sujetos en escenas de un ocupado rectángulo, en el que se observa, además de la apariencia, una composición de extraña certeza.
Y este acercamiento científico sobre sus trabajos es exactamente lo que acentúa la originalidad de las imágenes creadas por el artista, su particularidad y la permanente sensación de incógnito.
Una mirada de iconografía muy peculiar que se revela y sorprende a cada paso.
Es posible que esta mujer haya sido hecha —más que de polvo cósmico— de sueños.
Las pinturas de Sfeir alteran los límites de la comprensión convencional y en ellas vivimos en lo onírico, en la poética innovadora de entrelazar la lógica y la invención de nuevas relaciones.
Paisajes, objetos y seres componiendo combinaciones inesperadas. Incluso, para Bruno Sfeir son intrigantes y le muestran algo nuevo de sí mismo.
Paisajes, escenas míticas, escenarios imaginarios, fragmentos inmemoriales de luces abruptas. Tal vez un autorretrato del propio artista cuando aún era joven.
¿Resultados instigadores para el propio artista?
En este caso, siendo él mismo el primer espectador.
Hay una clara distancia entre el artista en el acto creativo y el artista contemplativo.
La observación de la obra requiere agudeza y desprendimiento de la misma, una habilidad para eliminar partes del lenguaje propio del artista.
Quien contempla es semejante pero, a la vez, diferente del pintor. Cuando crea, el artista despierta, se vuelve más integrado y receptivo.
Desde la evidente experiencia biográfica de nuestro tiempo llega la fácil conclusión de que el artista es superior al hombre.
Bruno Sfeir se mueve por descubrimientos. Esto es lo que lo motiva. Su arte trae a la conciencia, promueve la existencia, organiza concretamente y hace visible lo que antes era presentido.
En este caso, la intuición está tan presente que preside el movimiento, orienta al pintor en su permanente esfuerzo para dar a luz lo oculto dentro de sí mismo. Es la razón de la intensa producción pictórica de Sfeir, esta sucesión de imágenes y escenarios peculiares. Y la intuición domina tanto la invención de sus cuadros que es su propio combustible.
La realidad del arte es inferior comparada con la intuición y es un esfuerzo para hacer esos dos actos en el mundo —la apariencia concreta de la forma y la intuición premonitoria de la forma— idénticos al estímulo fundamental de Bruno Sfeir y de todos los verdaderos artistas.
Sfeir lo hace visible pero no inteligible.
Es, sin embargo, una narración del amanecer del espíritu.
No se piense que el proceso de este artista es el de asociación de imágenes. Lejos de esto, se trata de un proceso de elaboración cultivada y de acción introspectiva. No estamos ante una escritura automática o ante una asociación significativa de imágenes, sino más bien ante un método de creación en el que el artista quita los obstáculos de su percepción y hace contacto con la emergencia de las imágenes, mientras conserva el control sobre su actividad.
Son las relaciones tipo diálogo, esa difícil cohabitación entre disponibilidad y conocimiento adquirido: uno de los méritos del artista.
Es claro que la pintura de Bruno Sfeir está inserta en el surrealismo. Pero a la vez que una fuerte manifestación del inconsciente acerca su obra a este movimiento artístico, también escapa de este, pues su camino es personal y diferenciado. En general, sería sólo el encuentro de vértices irracionales. En particular, una iconografía única, la construcción de un grupo de imágenes personales.
Finalmente, luego de la instauración de una profunda psicología como un hecho diario, la normalización de conceptos del inconsciente individual, inconsciente colectivo, arquetipos de la historia comparada de religiones, de la mitología como un camino de la conciencia, prácticamente todas las manifestaciones artísticas utilizan, en la creación, materiales originados en el inconsciente y en civilizaciones pasadas.
Victorioso, el surrealismo se disolvió en el cuerpo de la cultura.
La verdadera familia artística de Bruno Sfeir es la de los artistas viajantes oficiales.
Son respetables aquellos que antes de la innovación de la fotografía instantánea acompañaron las expediciones científicas y registraron la fauna, la flora y la vida social.
Este arte desarrollado en registros ha dejado una formidable colección a la humanidad.
Thomas Ender, Johan-Moritz Rugendas, Albert Eckhout, Henry Chamberlain, entre tantos, son algunos ejemplos destacados.
Pero siempre he considerado más emocional la grabación autónoma de Oceanía hecha por Paul Gauguin. Y sobre todo, el registro de Leonardo da Vinci de las investigaciones que su propia curiosidad solía establecer.
Es de este origen que la nueva familia de artistas viajantes surge —aquellos que determinan su propia área de investigación.
Y ¿cuál sería el nuevo interés esencial del arte de nuestros días si no es el de la percepción viva, atenta y registrada de imágenes perdurables, y la ampliación de los límites que circundan el concepto de lo real?
El viaje es dentro de uno mismo. El arte es el diario del más formidable itinerario —el descubrimiento de uno mismo.
Atar lo más alto —el cielo— con lo más bajo —la tierra—. Dios y el hombre.
El artista es su propia área de investigación.
Pintar es, en este caso particular, limitar el universo dentro de un espacio determinado. El mundo es un rectángulo.
Hay un lugar más allá de nuestra comprensión, que es nuestro verdadero conocimiento, del cual es posible contemplar el universo como una unidad.
Esta es —de alguna manera— la verdadera función del arte.
Junto con y más allá de toda crónica posible de la vida diaria.
El universo en un estado Alfa.
Bruno Sfeir siente que tiene una melodía, de la que a veces se pueden ver algunos acordes. Esta es su música y la que siempre buscará.
Este repertorio tan personal se puede encontrar en nosotros, al menos en parte. Es lo que permite el reconocimiento. En caso de que esa música fuera enteramente desconocida, sería desconocida para siempre.

About Bruno Sfeir

Bruno Sfeir estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Montevideo – Uruguay, posteriormente se forma con discípulos del maestro Joaquín Torres García y en el Club de grabado de Montevideo. Si bien su pintura toma elementos del constructivismo de Torres García, su proximidad al movimiento surrealista es aún mayor. En su obra, la intuición preside el movimiento revelando a cada paso una iconografía peculiar que elude rápidas conclusiones. Nos encontramos con un trabajo de carácter introspectivo que se manifiesta a través de un viaje interior. Una búsqueda incansable que despierta en el artista un interés por culturas milenarias de enseñanza y espiritualidad. En el año 2000 se traslada al Líbano, (país de origen de su abuelo paterno y gran impulsor de su creatividad) y más tarde al Golfo Pérsico, Egipto y Marruecos. Este es un punto de inflexión en la vida del pintor; pues su obra se impregna de ese perfume oriental, un aroma que perdura hasta en su más reciente producción. Actualmente Sfeir reside en España donde continúa con su prolífica producción. Bruno Sfeir studied at the Escuela Nacional de Bellas Artes in Montevideo - Uruguay, subsequently founded, along with students of the teacher Joaquín Torres García, the Montevideo Engraving Club. Although his painting takes up elements of constructivism from Torres Garcia’s, its proximity to the surrealist movement is even greater. In his work, intuition leads the motion, revealing in every step a peculiar iconography that avoids quick conclusions. It is a job of introspective nature that manifests itself through an inner journey. In 2000, after an untiring search that awakens an interest in ancient cultures of teaching and spirituality in the artist, he decides to move to Lebanon, (country of origin of his paternal grandfather and great promoter of his creativity) and later to the Persian Gulf, Egypt and Morocco. This is a turning point in the life of the painter; because his work is impregnated with that oriental perfume, an aroma that lingers even in his latest production. Sfeir currently lives in Spain where he continues with his prolific production.